miércoles, 31 de diciembre de 2014

De lo que me ha dejado este 2014 que se acaba


Tampoco soy muy dada a hacer recuentos de fin de año, por lo menos no como un ritual al concluir los 12 meses estipulados por el calendario. Pero, igual que hace un año decía que no hacía propósitos, pero los hice, pues hoy me lanzo a hacer y compartir una reflexión el día de Nochevieja.

Este año me ha dejado un montón de canas nuevas, literal e indudablemente, como me lo confirma mi reflejo cada vez que me asomo a un espejo. Lo bueno es que las canas me gustan, en especial un mechón que tengo en la frente, heredado de mi abuela Ma. Luisa, junto con sus ojos profundos. De hecho, hasta me gustaría que se marcara más. Disfrutar mis canas, además, me ayuda a reconciliarme con los otros signos de la edad que me gustan menos. Pero en términos generales, estoy entusiasmada con cumplir los 52 el año que entra, el "fuego nuevo" de los aztecas y los mayas, y ni pagada me volvería a una edad anterior en mi vida.

Este año me he dejado un corazón tan abierto como no pensé que se pudiera. Claro, se rompió y por eso mismo no dejó de abrirse. Se rompió de amor y de separación, de entrega y de despedida, de cariño y decepción, pero si hace un año me hubieran avisado que esto iba a pasar, igual hubiera emprendido el viaje. Este año besé por primera vez al primer amor de mi vida y nos hicimos el amor por primera vez también. Pensé que se convertiría en el último amor de mi vida y eso hoy no es tan claro, pero también descubrí que no importa. Que hay lo que hay y eso es lo único con lo que podemos aspirar a estar. Y estoy contenta con ello.

Este año, contigo Javier, conocí Lisboa, nuestra Ciudad Blanca. Volví a Barcelona, mi Barcelona desde hace 35 años. Revisité la Ciudad de México, regresé a Guadalajara (y a parte de mi familia, empezando por mi tía Marisa y mi prima Carmela) y descubrí Loreto, la Isla Coronado y la Misión de San Francisco Javier en la Baja Califorina (como le dices tú). Y todo esto sin contar lo que de travesía interna tuvo la que hice afuera. No podría estar más agradecida. Constaté que podía amar y ser amada, otra vez.

Este año sigo acompañando a mi hijo Santiago en su viaje hacia afuera, que sigue siendo hacia adentro. El proceso no siempre es fácil, pero cada paso tiene su propio sentido y no hay marcha atrás. Y reitero mi compromiso de estar siempre a su lado, más de cerca o desde más lejos.

Este año he disfrutado más que nunca (o quizá con más conciencia que nunca) a mis amigos: los más viejos y los más nuevos, los de Cuernavaca y los de México, los del otro lado del Atlántico (reales y virtuales), aprendiendo otra vez, que a veces me da por olvidarlo, que sí, puedo amar y ser amada en el más amplio sentido del verbo amar.

Y last but not least (en español no suena igual - aquello de "por último y no menos importante"...), en este 2014 volví a una de mis pasiones de vida más fundamentales, con un compromiso y una confianza renovados: la escritura, en particular, la creación de textos narrativos. Para esto he contado con la guía impresionante de Isabel Cañelles, mi profe de escritura creativa en línea, y la compañía de un grupo de compañeros de vuelo formidables (también de ambos lados del Atlántico). Es un reencuentro conmigo y con el mundo, quizá postergado demasiado tiempo, pero hoy nuevamente presente. No podría sentirme más agradecida.

Y, bueno, ya nada más para cerrar, un regalito de Año Nuevo ("estrenas" creo que le decían a esta tradición en casa de una amiga de hace mucho mucho tiempo), con la aspiración de que el año que empieza mañana (en pocas horas para algunos) esté lleno de emociones y felicidad:






martes, 30 de diciembre de 2014

Invitada: Elizabeth Mattis Namgyel






Cuando experimentamos la naturaleza interdependiente y libre de fronteras de las cosas, no sentimos la pesadez del mundo en nuestra contra... Más bien, sentimos la plenitud del mundo y somos parte de esa plenitud. 


Original en inglés, aquí.
Traducción al español e imagen, mías.

lunes, 29 de diciembre de 2014

Invitada: Anaïs Nin





Si limitas tus opciones solo a lo que parece posible o razonable, te desconectas de lo que realmente quieres, y todo lo que queda es una concesión.


Original en inglés, aquí.
Traducción al español e imagen, mías.

sábado, 27 de diciembre de 2014

some say love



tu amor en mí



Invitado: Thich Nhat Hanh



*


Que este momento sea o no feliz depende de ti. Eres tú quien hace el momento feliz. No es el momento el que te hace feliz a ti. Con presencia mental, concentración e introspección, cualquier momento puede convertirse en un momento feliz. La felicidad es un arte.

*
Original en inglés, aquí.
Traducción al español e imagen, mías.

viernes, 26 de diciembre de 2014

Día de San Esteban





"Y llegó el día cuando el riesgo de permanecer cerrada como

un botón fue más doloroso que el riesgo de florecer."

Anaïs Nin



Original en inglés, aquí.
Traducción al español e imagen (tomada en Chimal), mías.

jueves, 25 de diciembre de 2014

Mañana de Navidad


Ya no llueve, pero el cielo sigue bastante encapotado. Se oyen algunos pajaritos tempraneros, que no saben que hoy pueden dormir hasta más tarde. Por lo demás, es una mañana silenciosa. Yo me levanto pronto, aunque me cuesta abandonar el lecho calientito (anoche acabé poniendo alguna cobija extra). Estoy tentada a pensar cómo hubiera sido si..., pero me detengo. Y entonces recuerdo cómo era amanecer en casa de mis papás el día de Navidad, cuando ya había pasado toda la emoción de la cena de Nochebuena. Y se me vienen dos recuerdos muy claros a la mente: El sabor del relleno sobrante del pavo, que mi madre preparaba con castañas. En el desayuno, lo comíamos sobre pan Bimbo tostado (entonces no era un sacrilegio comer pan Bimbo). Sabía riquísimo. El otro recuerdo es del comedor mismo: Esa mañana, por única vez en el año, nos sentábamos los cuatro a la mesa sin poner el plástico blanco con que siempre la protegíamos. Quedaba la cubierta de la noche anterior, que solo se usaba en ocasiones muy especiales: un mantel beige tejido a gancho (no me acuerdo quién era el autor o autora, alguien de la familia seguro, habrá sido un regalo de bodas para mis papás), a través del cual se colaba el color oscuro de la madera de la mesa. Era un momento de calma. Estábamos rodeados de los restos de la noche anterior (copas y platos sin lavar, papeles de envoltura descartados, quizá algún cenicero con cenizas), en pijama aún y sin haber pasado por la regadera. No había preocupaciones ni prisas.

miércoles, 24 de diciembre de 2014

Visita de ultramar



—¿Cómo vamos a recibir a la sobrina de México si la ducha de abajo no tiene cortina? —les pregunta a sus hijos doña Ángela.
Fernando y Helena se voltean a ver y esbozan una sonrisa. Saben que su madre no espera en realidad una respuesta, pero igual se la va a seguir pidiendo.
—Cuando vino hace tres años, tampoco la había, mamá —se aventura Helena.
—No creo que a Andrea le importe. Es una cría sencilla —complementa Fernando.
—De cría, nada, si ya debe andar rozando los veinte —puntualiza doña Ángela.
Recordar a su prima le enchina a Fernando la piel, pero apenas lo nota. En tres años no le ha dedicado un solo pensamiento; bueno sí, firmó junto con Helena una dedicatoria mínima en la copia de La plaza del diamante que le mandaron de regalo por correo. Parecía muy interesada en Cataluña. Hasta un diccionario catalán-castellano compró aquella vez. Era un pelín rara, eso también. Casi no hablaba. Caminaba siempre con la mirada baja y las manos en los bolsillos del pantalón, como ocultándose. A veces, salía de su escondite y entonces le festejaba algún chiste que él contaba para ganarse su atención. Su risa era discreta, como si no se atreviera a ser simpática. Pero hasta bonita se veía cuando reía. La mirada se le abría como un ventanal. Además, Andrea parecía estarlo esperando cada tarde a su regreso del despacho. Con cualquier pretexto (preguntarle la hora, pedirle ayuda con su cámara, comentar algo sobre alguna calle barcelonesa), se le acercaba y se le quedaba mirando con aquellos ojos tristes y brillantes. A él le empezaban a temblar las piernas y se sentaba para ocultarlas bajo el mantel de la mesa.  Y qué tal aquel día en Miranda de Ebro, cuando iban todos en familia camino a Asturias desde Barcelona. Se detuvieron a descansar y Andrea se quedó en el auto. Iba sentada atrás, junto a Helena. Él salió a estirar las piernas. Hacía de chofer, como siempre. Se asomó por la ventanilla trasera del coche al tiempo que la muchacha se agachaba por su bolso. Y entonces le vio los pechos. Pequeños, redondos, blanquísimos, asomándose apenas de entre el sostén, debajo de su blusa sin mangas. Sintió un cosquilleo en la entrepierna, como lo siente ahora. Hoy teme no poder mantenerlo a raya, como antes.
—Fernando, ¿qué no me oyes? —lo increpa doña Ángela.
—¿Qué decías, mamá? Perdóname, no sé en qué estaba pensando… —contesta él, sorprendido, como si lo hubieran pillado haciéndose una paja. Se le acelera el corazón. Hace su mejor esfuerzo por disimular.
—Que urge cambiar la fregona y el balde del cuarto de baño ese. Si no tiene cortina, por lo menos que la señorita pueda secar el piso con unos enseres decentes después de ducharse.
Doña Ángela teme que la dichosa  sobrina regrese a México a contarle chismes de su casa a su abuelo, el tío Román, siempre tan criticón y adusto.
—Yo me encargo —promete Fernando con una voz apenas audible, avergonzada.
—¿Qué te ha pasado? —le pregunta Helena— Te pusiste muy raro de repente.
Él evade la pregunta, haciendo otra.
—¿Y cuándo es que llega la mexicana?
No se queda a esperar la respuesta. Sin más explicaciones baja la escalera rumbo a su cuarto. En la parte de abajo del sobreático están su recámara y las de sus hermanos. Andrea ocupará, otra vez, la de Antoni, el mayor, vacía desde que se casó. Se detiene en la puerta del baño. Los azulejos indecorosos de la ducha lo irritan. Mejor haría en comprar una cortina.
Esa noche Fernando está inquieto, de mal humor. No puede dormir. Da vueltas en la cama y no halla acomodo. Se muere por tocarse. Le da pánico que Helena pueda escucharlo desde la recámara de al lado, pero no logra contenerse. Se lleva la mano a la polla y se la acaricia, despacio primero, pero su erección lo obliga a acelerar el ritmo. Tampoco logra quitarse de encima la imagen de los pechos de Andrea. Al correrse, se lleva la almohada a la boca y la muerde, para ahogar un grito. De placer. De culpa. Solo a un tipo como él podría ocurrírsele fantasear con una muchacha a quien casi dobla la edad y que, además, es su pariente. Y no solo eso, sino que ella está a pocos días de dormir en  la habitación junto a la suya.
La ducha seguirá sin una cortina que encubra las desnudeces.

martes, 23 de diciembre de 2014


>>>una alondra en tu pecho un volver a empezar<<<

Invitada: Adrienne Rich



*

Una relación humana honorable —es decir, una en que dos personas tengan el derecho a usar la palabra "amor" es un proceso, delicado, violento, a menudo aterrador para las dos personas involucradas, un proceso de refinar las verdades que se pueden decir el uno al otro.

Es importante hacer esto porque desarma el autoengaño y el aislamiento humanos.

Es importante hacer esto porque haciéndolo le hacemos justicia a nuestra propia complejidad.

Es importante hacer esto porque podemos contar con tan poca gente que se aventure en ese difícil camino con nosotros.

*

Original en inglés y fuente, aquí.
Traducción al español, mía (para ti).
Imagen de JRI (tomada en Chimal).

lunes, 22 de diciembre de 2014



Julguei meu coração solto / Dos elos do teu carinho

Incertidumbre


amanece tras el solsticio de invierno

¿Y quién nos podría asegurar que mañana amanecerá así? Es bastante probable (aunque no 100% seguro) que amanezca, eso sí, pero quién sabe cuál será la combinación entre el sol y las nubes. Quién sabe cómo se manifestarán las nuevas condiciones. Ni siquiera es seguro que me despierte a tiempo para atestiguar el alba o que me salga una buena foto con mi camarita rosa.

Me parece que la incertidumbre está muy desprestigiada hoy en día (desde siempre tal vez), además de definida con muy poca inspiración por el diccionario (así que hoy ni me molesto en citarlo). Quizá porque la falta de certeza da miedo y frente al miedo solemos paralizarnos o intentamos controlar lo que sucede a nuestro alrededor, empresa por demás inútil.

Bien mirada, la incertidumbre (como la impermanencia, la transitoriedad de todo lo que somos y de todo lo que sucede) es en realidad un espacio abierto donde todo puede suceder porque nada está marcado. Es un espacio de libertad donde podemos respirar a nuestras anchas. Lo que sucede, creo, es que no estamos acostumbrados a hacerlo.

Y, bueno, tan lúcida y sensata que me veo, y cada día sigo luchando por soltar mi necesidad de sentirte, mi necesidad de escucharte, mi necesidad de mirarte a los ojos, esperándote sin la menor certeza de que aparezcas y sin saber de cierto que no lo harás. Qué oportunidad inigualable de seguir trabajando con mi propia mente, de la cual en última instancia depende mi estado anímico, aunque a veces lo olvido y pienso que el agente de mi felicidad o tristeza eres tú.

Hoy me lo recuerdo otra vez. Ya veremos cómo amanece mañana...

domingo, 21 de diciembre de 2014

Atardece en diciembre


El sol se va acercando al horizonte. Pronto se habrá guardado. Salgo de casa a comprar algo para el desayuno de mañana. Quiero ganarle a la noche. Las nubes son color algodón de azúcar. Las más cercanas, morado oscuro, casi gris; las del fondo, rosa brillante. Se me antoja probarlas.

Sin darme cuenta casi, te me has colado en el paseo vespertino. Otra vez. Como las nubes en el cielo. Una alegría triste me calienta el pecho. Una soledad acompañada toma mi mano.

Y me siento vulnerable. Vulnerable y serena. Vulnerable y luminosa. Vulnerable y contigo.

sábado, 20 de diciembre de 2014

Invitado: David Whyte


La vulnerabilidad

No es una debilidad, una imposición pasajera, o algo sin lo cual nos podamos arreglar; la vulnerabilidad no es una elección, la vulnerabilidad es el trasfondo subyacente, siempre presente y perdurable de nuestro estado natural. Huir de la vulnerabilidad es huir de la esencia de nuestra naturaleza, el intento de ser invulnerables es el intento vano de convertirnos en algo que no somos y sobre todo, de cerrar nuestro entendimiento a la pena de los demás. Más seriamente, al rechazar nuestra vulnerabilidad nos negamos a pedir la ayuda específica necesaria en cada vuelta de nuestra existencia e inmovilizamos los fundamentos esenciales, conversacionales, como lo es la marea, de nuestra identidad.

Tener un sentido efímero y aislado de poder sobre todos los eventos y circunstancias es un lindo privilegio ilusorio y quizá la vanidad primera y hermosa de ser humanos y sobre todo de ser jovenmente humanos, pero es un privilegio al que hay que renunciar con esa misma juventud, con la enfermedad, con los accidentes, con la pérdida de quienes queremos y no comparten nuestros poderes intocables; poderes eventual y más enfáticamente abandonados a medida que nos acercamos a nuestro último aliento.

La única elección que tenemos al madurar es cómo habitar nuestra vulnerabilidad, cómo nos volvemos más grandes y más valientes y más compasivos a través de nuestra intimidad con la desaparición, nuestra opción es habitar la vulnerabilidad como ciudadanos generosos de la pérdida, robusta y plenamente, o al contrario, como avaros y quejicas, renuentes y temerosos, siempre en el umbral de la existencia, pero nunca intentando entrar valiente y plenamente, nunca queriendo arriesgarnos, nunca atravesando plenamente la puerta.



puerta y flores en lisboa


Original en inglés y fuente, aquí.
Traducción al español e imagen, mías (dedicadas a Javier).

Invitada: Elizabeth Gilbert



“Que alguien te vea plenamente, entonces, y te ame de cualquier forma — esta es una ofrenda humana que puede lindar en lo milagroso." 
(traducción mía)


"To be fully seen by somebody, then, and be loved anyhow — this is a human offering that can border on miraculous.”

viernes, 19 de diciembre de 2014


Olvídate de la seguridad. Que se joda el pasaje conocido. No me interesa ser tu faro en el medio del mar. Quiero ser las olas, las rocas, el océano entero en toda su intensidad hermosa, enfurecida. Quiero ser todo lo que te dice que no cruces y la razón por la cual elegiste el viaje todo al mismo tiempo. 

>Pavana<



Original en inglés, aquí.
Traducción al español, mía.

jueves, 18 de diciembre de 2014

Reto b/n


Hace unos días una joven amiga me invitó a un reto: publicar 5 fotografías en blanco y negro en el feisbuc durante 5 días seguidos. Acepté, y me encantó.


Hoy reúno aquí esas 5 imágenes.


...El Tajo en Lisboa...

...Loreto en el Mar de Cortés...

...alcatraz...

...trolebuses y bellas artes...

...cuando tú y yo éramos nosotros...

miércoles, 17 de diciembre de 2014



...ahora recuerdo tus manos tu ausencia en la soledad...

Tu canción favorita de 2014 es...


"Te doy una canción" de Silvio Rodríguez. Esto me informó vía correo electrónico Spotify, esa aplicación (supongo que es una aplicación o un programa o vaya usté a saber) de internet para escuchar música. ¿Y cómo lo saben? Sí, ya sé que hay herramientas estadísticas y cosas de esas emparentadas con las técnicas de mercadeo, pero yo siento que me cacharon (me pillaron... digamos) y me sentí desnudada, como me sucedió tantas veces en este año que se acerca al final. Pero las más de esas veces fuiste tú el culpable de que me sintiera desnuda, de que me desnudara en más de un sentido, en más de un lugar, en más de un tiempo.

Y también me informó Spotify los porcentajes de los "géneros" que más escuché (según ellos, nueva canción, trova, cantautor, fado y latin). Mi top artist resultó ser (cosa extraña), Silvio Rodríguez, y mi top album, "Rabo de nube" de Silvio Rodríguez, y mi top playlist, la "BSO nuestra" (tu selección para la "banda sonora original" de nuestra historia retomada). Hasta me dijo mis favoritos según las estaciones (Silvio en invierno, verano y otoño, Mariza en primavera).

Pero lo que ellos no saben es que durante 31 años fue a través de Silvio que nos mantuvimos unidos (las más de las veces sin ser siquiera conscientes), que fue acompañado por Silvio (con aquel casete que yo te mandé hasta Barcelona) que tú lloraste incontables horas solo en tu habitación del sobreático, que yo dejé de escucharlo porque me dolía pensarte, que volví a escucharlo cuando nos reencontramos, y que incluso lo escuchamos juntos, y que luego yo lloré muchas horas más también escuchándolo sola de nueva cuenta. (Qué bien que me sale esto de azotarme, me cae.) Tampoco saben que retomé los fados gracias a ti (ya mi padre me los había presentado muchos años antes) y que eso me llevó hasta Portugal, a reencontrarnos. Y pienso que poco saben ellos de las despedidas y los desgarramientos. Tal vez lo intuyan...

De mis top 10 tracks, cuatro son de Silvio, le siguen dos de Mari Trini (herencia paterna también), y una de Ángel Parra ("amor, cuántos caminos hasta llegar a un beso..."), otra de Ana Belén, una de Natalia Lafourcade y, por último, una de Lila Downs (tu "yo envidio al viento").

Para cerrar el correo ese, el mentado Spotify me sugirió una nueva playlist para el próximo año y tú te sigues colando por ahí. Imagino que te gustaría "también" la selección, como si la hubiéramos hecho los dos. Quizá volveríamos a llorar si la escucháramos juntos. Mientras tanto, yo la escucho y, por extraño que parezca, me sigo liberando...

"Cursi" podría ser un buen resumen de mis gustos, que no han cambiado mucho a lo largo de 30 años. Menos mal que mi hijo me pone metal cuando se baña, dejándome así medianamente compensada.

martes, 16 de diciembre de 2014

/r/e/s/c/o/l/d/o/


rescoldo.
(De rescaldo).
1. m. Brasa menuda resguardada por la ceniza.
2. m. Escozor, recelo o escrúpulo.
3. m. Residuo que queda de un sentimiento, pasión o afecto.



"¡Qué bonita palabra!", podrías decirme , con los ojos tristes y profundos que me enamoraron hace más de treinta años. 


Lástima que hoy no me lo parezca.

Lástima que la lista con palabras nuestras se haya cerrado.

Lástima que esas brasas menudas se vayan apagando día a día. (No hay cenizas para resguardarlas, ni ánimo, ni amor.)

Lástima que escuezan mientras se apagan.

Lástima que después de más de 10,000 días, hoy se extingan sin remedio.

Lástima que donde hubo fuego, hoy solo queden recuerdos destejiéndose.

Lástima que de donde hubo fuego, hasta las caricias terminen por esfumarse.


"Qué triste que de los rescoldos ya casi ni residuos queden" podría decirte yo, con los ojos profundos y tristes que dicen que heredé de mi abuela María Luisa.


lunes, 15 de diciembre de 2014

domingo, 14 de diciembre de 2014

jueves, 11 de diciembre de 2014

martes, 9 de diciembre de 2014

Mar de Cortés


Toda valentía es una forma de constancia. Es siempre a sí mismo a quien un cobarde abandona primero.
Después de esto, vienen todas las demás traiciones.
Cormac McCarthy

“Si me llego a caer por la borda de la panga, me ahogo seguro”, piensa Fernando al darse cuenta que la embarcación sobre la que se montó con dificultad no lleva chalecos salvavidas. Se le acelera el pulso y le sudan las manos: una mezcla de miedo y de sorpresa ante su propia osadía.  Es la primera vez en su vida que se aventura más allá de tierra firme, sin contar los viajes en las golondrinas del puerto de Barcelona. No sabe nadar. Puede flotar haciendo el muertito, pero no mucho más. Y le teme al mar, a pesar de haber nacido en el Cantábrico y haberse criado junto al Mediterráneo. Los más de cien kilos que la vida le ha ido depositando encima a lo largo de seis décadas le impiden moverse con facilidad. Además, tiene la rodilla izquierda maltrecha. Hace más de diez años se rodó por las escaleras en el edificio donde vive y decidió no seguir la rehabilitación. Aunque en el agua sus movimientos serían más gráciles, ha ido perdiendo el control sobre su propio cuerpo. Adrián, el lanchero, y su hermano casi tuvieron que cargarlo para ayudarlo a embarcar.
          Sin embargo, Fernando se siente libre. Todas sus ataduras quedaron del otro lado del Atlántico. Ha vivido siempre debajo del agua, aguantando la respiración y hoy, por vez primera, sale a tomar una bocanada de aire fresco. En la Baja California. Nunca se imaginó que emprendería un viaje que lo llevara hasta el norte de México. Nunca imaginó ver delfines  saltando junto a él, casi al alcance de su mano, ni lobos marinos echados al sol a escasos metros del lente de su cámara. Nunca imaginó que treinta años después volvería a encontrarse con Andrea, su primer amor, su único amor, la prima mexicana que visitó Barcelona a sus diecisiete años, repitió a sus veinte y hoy, por fin, corresponde a los sentimientos que la aguardaron agazapados al fondo de una caja de madera en forma de cartas de papel y tinta guardadas en sobres aéreos.
          Andrea va sentada del otro lado de la lancha, viendo en dirección contraria a Fernando. También se percató de la ausencia de salvavidas. Tampoco es una gran nadadora. Mejor no pensar. Cada tanto estira su mano para alcanzar la de él. A veces lo logra. Otras solo alcanza a sonreírle. Cuando aparecen los delfines y empiezan a jugar cerca de la barca, ella se instala en la proa, sentada sobre sus piernas cruzadas y asoma de tanto en tanto la cabeza. Fernando le hace varios retratos. Le encanta el contraste entre su bañador rosa y la blusa roja, medio transparente y con visos plateados, que se puso encima. “¡Qué guapa estás!”, piensa, pero no se lo dice. La presencia de Adrián lo intimida un poco. Los repetidos disparos de la cámara de su amante le hacen saber a Andrea que está guapa. “Te amo”, se dicen uno y otra sin emitir sonido, moviendo solo los labios.
          Al cabo de unos cuarenta minutos llegan a la Isla Coronado, en medio del Mar de Cortés, entre la península y el resto del país. Es una isla desierta, custodiada por una tropa de pelícanos que aguardan, formados en la orilla, la llegada de las lanchas y las sobras de pescado. No es temporada alta. Hace un calor infernal, más de 40 grados, y hay pocos visitantes. A Fernando le gustaría quedarse unas horas solo con Andrea. Nunca imaginó que pisaría el paraíso de esa mano anhelada durante tres décadas.
—¿Nos bañamos? —lo invita Andrea.
Él le toma la mano sin decir nada. Juntos caminan por la arena blanquísima hacia el agua turquesa que les permite andar un buen trecho sin cubrirlos.
—¿Sabes?
—Dime.
—Es la primera vez que soy feliz en una playa —confiesa Fernando.
De vuelta en el hotel Fernando y Andrea se meten a la piscina (“alberca” la llama ella) y se acarician bajo el agua. Faltan pocos días para que él emprenda el regreso. Mejor no pensar. Un colibrí se acerca buscando el néctar de las flores que cuelgan de la barda. Fernando lo mira embelesado. Es la primera vez que ve uno. Andrea no se lo puede creer. (No sabe aún que es un ave americana, inexistente en Europa.)
—¿Sabes? —pregunta ella ahora.
—Dime —dice él.
—Se cuenta que los colibrís son los guerreros muertos en batalla que regresan a alimentarse de las flores.
Una semana después, Fernando está de vuelta en su edificio del ensanche barcelonés. México, Andrea y los colibrís no son ahora más que un sueño del que despertó para volver a sumergirse en la cotidianeidad anaeróbica del sobreático primero. Sin hablar, accedió a la propuesta de Ramona, la mujer que ve por él de este lado del Atlántico, de hacer borrón y cuenta nueva. En la tele repiten un documental sobre belugas.

jueves, 4 de diciembre de 2014

Invitada: Elizabeth Mattis Namgyel


El disfrute verdadero es la experiencia de incluir y apreciar la naturaleza mágica e inencontrable de toda apariencia —incluso las apariencias que nos desafían, como la enfermedad o la depresión.




Original en inglés, aquí.
Traducción al español e imagen, mías.

miércoles, 3 de diciembre de 2014


Invitado: Julio Cortázar





A veces uno amanece con ganas de extinguirse… Como si fuéramos velitas sobre un pastel de alguien inapetente. A veces nos arden terriblemente los labios y los ojos y nuestras narices se hinchan y somos horribles y lloramos y queremos extinguirnos… Así es la vida, un constante querer apagarse y encenderse.
Rayuela


martes, 2 de diciembre de 2014

luz y sombra 3



Invitado: Chogyam Trungpa Rinpoché


Una probada de iluminación






El corazón iluminado es expansivo y despierto. No es territorial, y no exige que reunamos nuestra propia bandada de compañeros egoístas. Cuando examinamos esa cualidad del estado despierto básico más allá de nuestra propia territorialidad, nos encontramos saboreando la iluminación por primera vez. 


Original en inglés y fuente, aquí.
Traducción al español, mía.

lunes, 1 de diciembre de 2014

Invitado: Guido Eytel


TU GRACIA

Habrá de ser tu gracia mi guarida,
mi escondite de amor, mi madriguera.
Allí he de pasar toda la vida
y la muerte también, cuando me muera.

Tan profunda y tan dulce es esa herida,
tan sedosa la miel, tan verdadera
la savia que tienes tú escondida,
tan tibia, tan bendita, tan sincera,

tan perfecta la flor de la quimera
tan amable la piel donde se anida,
que vivo seguiré en esa ribera

bordeando con mi mano tu cadera,
disfrutando de amor mi muertevida,
naufragando en tu mar de enredadera.

Publicación original, aquí.