sábado, 21 de febrero de 2015

Pequeño diálogo esclarecedor


Volvemos de la Ciudad de México hacia Cuernavaca de noche, después de celebrar Losar, Marisa, Santiago y yo. Él viene completamente desconectado de nosotros, en el asiento de atrás, con su iPod y sus audífonos. Marisa maneja y yo voy de copiloto. Venimos hablando de lo bien que la pasamos y de las canciones de realización que cantamos como parte de la celebración.

Yo: Los americanos cantan la dedicación del mérito de Milarepa en dos patadas.

Marisa: A mí me gusta más nuestra versión, que es mucho más lenta. Quizá es porque estoy más acostumbrada.

Yo: Tal vez nuestros "me gusta" sean solo eso, una manera de decir que estamos apegados a un hábito.

Y así, en plena carretera, nos topamos con este hallazgo sobre el funcionamiento de nuestra mente —la magia de las bendiciones de nuestros maestros, sin duda. 

Marisa concluía: "Qué paciencia la suya para estar repitiéndonos una y otra vez las enseñanzas y a nosotros que tarda tanto en caernos el veinte"...

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