miércoles, 23 de diciembre de 2015

hallazgo 10


Pues yo sí soy del 99% de la población que ha visto y disfrutado la saga de Star Wars. No soy fanática perdida (no me disfrazo, pues, para ir ver las pelis ni hago cola para verla en el minuto 1 del día del estreno), pero sí me emociona cada nueva entrega.

De las tres primeras (o sea, las que luego pasaron a ser la 4, la 5 y la 6) apenas me acuerdo de haberlas visto en el cine. Supongo que así fue y luego las debo haber vuelto a ver en video o dvd con mi hijo. (Cuando se estrenó la primera, yo tenía 14 años). Eso sí recuerdo perfecto la afición de mi amiga Ángela por Mark Hamill, el joven jedi Luke Skywalker, y su tristeza cuando se accidentó.

De las segundas tres (o sea, las que son en realidad la 1, la 2 y la 3) tengo más fresca la memoria porque las compartí en el cine con Santiago, cuando era bastante chico. (Él tenía 3 años para la primera entrega, aunque no recuerdo si fue tan chiquito a verla, lo cual es probable porque su entrenamiento cinematográfico se inició a muy corta edad.)

Ahora acabo de ver la séptima, acompañada por una amiga, que aun siendo de mi generación no había visto ninguna, y extrañando a Santiago, que quizá la vea pronto con un amigo suyo en Suiza. Creo que esta es una de las que más me ha gustado. Fue como encontrarme con conocidos viejos y queridos (Han Solo, la princesa —ahora generala— Leia y los robots de siempre, entre otros) después de 30 años (los mismos que han pasado por mí), pero todos vivitos y coleando.

Creo que uno de los grandes aciertos de esta súper producción es que retoma el tema (e incluso el argumento) de toda la serie (la luz versus la oscuridad en el marco de una misma familia), con una mezcla de escenarios familiares y personajes nuevos con los cuales es fácil identificarse desde la primera escena (entre ellos el nuevo droide BB-8, un verdadero encanto). Además, la música, nuevamente de John Williams como en las 6 entregas anteriores, es espectacular y tiene ese mismo sello que une lo conocido con lo nuevo. O sea, como volver a casa y encontrarse con los de siempre y con los recién llegados. (No digo más por aquello de no echarle a perder a nadie la experiencia.) Tan efectiva es la fórmula que alguien como mi amiga que no conocía ni a los personajes, salió enganchadísima y habiendo cachado todo perfectamente (salvo uno que otro detalle) y hasta lamentándose un poco de no haber visto las anteriores (lo cual netflix le resolverá en un pispás.)

Y como suele suceder con las historias bien contadas, siempre hay algún punto donde la de uno se ve reflejada. Para mí esta vez fue cuando uno de los personajes nuevos (un ente femenino, no humano y no jedi, pero muy sabio) le habla a la joven protagonista sobre la pertenencia. Y entonces me encontré (he ahí mi décimo hallazgo) con que es justamente esa necesidad de pertenecer —a una familia, a un grupo, a otra persona— la que probablemente englobe mis otras obsesiones, anhelos y demás parientes. 

A la novel protagonista le señalan que lo que busca no está detrás, en el pasado, sino adelante, en el presente (o el futuro), lo cual me hace mucho sentido. Yo añadiría que seguramente esté más dentro que fuera (hacia eso he estado apuntando yo hace algunos años ya) sin dejar de reconocer el papel tan importante, aun relativo, que juega encontrarlo (o construirlo) también en el exterior.

Salí del cine conmovida y feliz de que habrá, por lo menos, dos entregas más (no creo que pudiera ser de otro modo).


el lindo BB-8


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