lunes, 30 de mayo de 2016

p:a:r:a:g:u:a:s:


El tema de ayer era "paraguas" y la búsqueda de una imagen ad hoc me llevó, otra vez, por la senda de los fantasmas. Descubrí que es cierto que con el tiempo dejan de doler y se convierten en meros temas para una fotografía.

Aquí, con el Tepozteco de fondo y las nubes muy cerca, un paraguas deambula resguardando a un hombre, resguardándome a mí de su rostro. Me queda en la piel el roce de una lluvia fina y un frío poco común para la época.















Acá, el paraguas resguarda las manos y la cámara del hombre. Yo, como siempre, no me resguardé. Y sobreviví, como siempre. 



Y recuerdo, una vez más, que "paraguas" es meramente un 1. m. Utensilio portátil para resguardarse de la lluvia, compuesto de un eje y de un varillaje cubierto de tela u otro material, que puede extenderse y plegarse. (Sorprendente la poesía que una definición puede esconder...) Y que la 2. m. Persona o cosa que sirven de amparo o protección toca buscarlas adentro, no afuera.

sábado, 28 de mayo de 2016

s.a.u.d.a.d.e


las aceras de lisboa
ya olvidaron nuestros pasos














nuestras manos hoy ajenas
no saben entrelazarse














ya olvidaron nuestros nombres
las aceras de lisboa

viernes, 27 de mayo de 2016

Invitado: Chogyam Trungpa Rinpoché


DEJAR ALGO NO DICHO

En una obra de arte, si te explayas más de lo necesario, se vuelve una disculpa y es aburrido porque el público empieza a seguir la lógica mientras tú estás todavía parado sobre ella. A la gente le asusta que los puedan ignorar, que puedan fracasar, así que acaban explicando todo lo que saben, todos los puntos de referencia a la vez. En general, el sentido de algo no dicho sino implícito le hace más sentido a la gente. No se trata de retener la verdad; es ser honesto y al mismo tiempo festivo acerca de lo que tienes que decir. Entonces el arte es un proceso viviente.

















Original en inglés y fuente, aquí.
Traducción al español e imagen, mías.

miércoles, 25 de mayo de 2016

t.z.a.n.a.t.l


Pues resulta que en los casi siete años de vida de este blog, varios zanates han pasado volando por aquí (12345678), aunque fue hasta hace un par de días que pude capturar uno con el lente de mi cámara:

 

Durante toda mi infancia los llamé "urracas". Así les decían mi abuela Rosa y mis papás cuando paseábamos por el jardín de la casa situada en la calle Jalisco 222 antes 800 en Cuernavaca. Mi abuela nos enseñó a mi hermano y a mí a distinguir, además, a los machos, de color negro azulado, de las hembras, de tono más bien pardo (sin comentarios sobre el trasfondo sexista de la enseñanza).

Luego me casé y, de visita en Cuernavaca, Adrián me dijo que no eran urracas, que eran "zanates" y entonces los empecé a llamar así y así le enseñé a mi hijo que se llamaban. Cuando busqué el término en el diccionario descubrí que el nombre viene del náhuatl zanatl y que se refiere a un "pájaro ictérido, de plumaje negro con visos pavonados el macho y de color café la hembra" y que el nombre se usa (o el pájaro es propio de): Costa Rica, Guatemala, Honduras, México y Nicaragua.

Más adelante, Cuernavaca se volvió mi lugar de residencia y los zanates, una presencia constante, en las buenas y en las malas: desde las despedidas del amor hasta las mañanas de meditación.

Como curiosidad, de las urracas la Real Academia dice que son aves similares a los cuervos, aunque en la segunda acepción, señala que en las Antillas, Bolivia, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Paraguay y Venezuela, el término nombra a un ave semejante al arrendajo. Entre cuervos y arrendajos sigue la enumeración de semejanzas y diferencias con otros pájaros y la posibilidad de una larga reflexión sobre los nombres y las etiquetas (que dejaremos para otra ocasión).

Para cerrar, dejo a mi zanate vespertino despidiéndose del día:



jueves, 19 de mayo de 2016

Invitado: Chogyam Trungpa Rinpoché


NUESTRA VERSIÓN

En general, cuando vemos un objeto, no nos permitimos verlo adecuadamente. Automáticamente, vemos nuestra versión del objeto en lugar de verdaderamente ver el objeto como es. Entonces nos sentimos muy satisfechos, porque hemos fabricado nuestra propia versión de la cosa dentro de nosotros. Entonces comentamos, juzgamos, tomamos o rechazamos; pero no existe una comunicación real en absoluto. 











Original en inglés y fuente, aquí.
Traducción al español e imagen, mías.

lunes, 16 de mayo de 2016

Amanece lloviendo


Amanece lloviendo
Y a mí tu nombre se me enreda entre los labios

El olvido se hace lluvia
Que te invoca de nuevo y yo me quedo inerme

Buscándote en el hueco vacío que ocupa medio lecho
Mientras los truenos acallan los trinos de las aves

Amanece lloviendo
Y tú te me escondes entre los pliegues de las sábanas

sábado, 14 de mayo de 2016

Crónica de una composición


"Composición con plato y ajo" era la consigna para la fotografía de ayer en el grupo donde subimos una foto diaria. Ahora sí no tenía nada en mi archivo para cumplir con el reto. Bueno, podía armar algo en casa y fotografiarlo. Entonces fui a la cocina a buscar uno de los elementos en el lugar donde guardo los ajos: Una pieza de cerámica pintada de amarillo, con hoyos para que respiren sus habitantes, una tapa del mismo color y la palabra "Alls" pintada en verde. (Esta la compramos en un viaje a Valencia mi entonces marido y yo. Cuando nos divorciamos, lo convencí de quedármela, argumentando que él seguramente volvería a Valencia y podría comprar otra. Creo que ninguno de los dos volvió.) Cuál no seria mi sorpresa cuando destapé el contenedor de ajos para encontrarme, al fondo, con un mísero dientito. (Yo que esperaba una rozagante cabeza.)

Y ahora quedaba lo del plato. Había pensado en uno de vidrio, decorado con espirales rojas y doradas, que casi no uso. Pero era enorme y el ajito acabaría haciendo el ridículo ahí solo. Entonces recordé un plato minúsculo que compré hace dos años en Lisboa (en una tienda que tenía unas maravillas de cerámica tradicional portuguesa, bajando por una calle, adoquinada claro, desde la catedral, en una curva donde parecía imposible que los tranvías fueran capaces de subir y bajar al mismo tiempo). Originalmente lo había pensado como un regalo y al final, decidí quedármelo yo como recuerdo de mi estancia en la ciudad blanca. (La idea es hacerle un armazón de alambre y colgarlo en la pared pero eso no ha sucedido aún.)

Y así quedó mi improvisada (y minimalista) composición con plato y ajo (y de pilón, un reflejo):


viernes, 13 de mayo de 2016

Tríptico 6


Hoy me despertó el hueco de la ausencia

*

O quizá fueron los graznidos de un ave arañando el amanecer

*

Al cabo de un rato, solo unos cuantos trinos dulces y un perro ladrándole al sol







miércoles, 11 de mayo de 2016

Invitado: Karmapa 17


La codicia nos mantiene enfocados en lo que no tenemos y nos impide ver todo lo que ya tenemos. La codicia garantiza que sin importar cuánto adquiramos, nunca será suficiente. Construir una sociedad o una vida basadas en la codicia es una receta para la insatisfacción, así de simple. 


Original en inglés y fuente, aquí.
Traducción al español e imagen, mías. 

martes, 10 de mayo de 2016

Mother's Day



Pensando en mi mamá de esta vida, en las incontables madres de tantas otras, en todas las mujeres que de un modo u otro han jugado un papel materno para mí y en aquellas para quienes lo he jugado yo, en mis amigas y en tantas conocidas y desconocidas con hijos (y sin ellos), y en mi hijo porque "nos graduamos el mismo día" —ya casi veinte de haber iniciado este camino juntos—.

¡Que encontremos todos la felicidad y estemos libres de sufrimiento!

lunes, 9 de mayo de 2016

Invitado: Dzongsar Jamyang Khyentse


Arruinar el presente por un futuro incierto

Subconscientemente nos seduce la expectativa de que llegaremos a una etapa en la cual no tendremos que arreglar nada nunca más. Un día llegaremos a ser "felices para siempre". Estamos convencidos de la noción de "resolución". Es como si todo lo que hubiéramos experimentado hasta ahora, toda nuestras vida hasta este momento, fuera un ensayo general. Creemos que nuestra actuación estelar aún está por venir, así que no vivimos para hoy. 

hoy florecen los tabachines
Original en inglés, aquí.
Traducción al español e imagen, mías.

domingo, 8 de mayo de 2016

el efecto Zelig


Hace 33 años que vio la luz Zelig, la comedia de Woody Allen sobre el hombre camaleón. Yo la fui a ver al cine ese mismo año. O lo intenté, por lo menos. Lo que sucede es que la vi sin verla porque me pasé la función llorando. Tú, también. Ambos salimos de la sala con los ojos hinchados y sin la menor idea de las peripecias de Leonard Zelig. (Creo que mi único recuerdo claro es que la cinta era en blanco y negro.) Para nosotros (sí, aún te hablo, a veces) se convirtió en el telón de fondo de nuestra primera ruptura. Creo que yo no la volví a ver (quizá ya es tiempo). Tú comentaste que te negabas a hacerlo.

Casi treinta y un años después de aquella desafortunada ida al cine, estábamos tú y yo en Lisboa, nuestra primera noche en la Ciudad Blanca, y hablábamos, ya, de la posible segunda ruptura. Ambos llorábamos, otra vez. (Mira que hay que ser... qué sé yo...) Y yo, entonces, pensé (y creo que te lo dije): "No puede ser que Lisboa se convierta en Zelig, también". Me horrorizaba pensar que nuestros días en la capital portuguesa resultaran también un drama, o sea, que fueran víctimas del "efecto Zelig".


Por fortuna, pasamos ese primer bache, vivimos la primera reconciliación, acariciados por la brisa de una madrugada lisboeta, y disfrutamos cada instante en "nuestra" ciudad. Se podría decir que nuestra historia, a fin de cuentas, sí que sucumbió al efecto Zelig, pero en fin, como dijiste tú en algún momento: "Siempre nos quedará Lisboa". O no...



Así atardecía en la ciudad de Pessoa y Saramago un día de mayo del año 2014:


sábado, 7 de mayo de 2016

nuevo óleo de mujer con sombrero




A la orilla del Mediterráneo


Pilar García Fuertes, amiga del otro lado del Atlántico, me dio posada en su casa hace más o menos dos años, cerca de Barcelona, donde a la orilla  del Mediterráneo, paseando sola, me encontré esta escultura:




Cuando después de aquel viaje la puse de foto de portada en el FB, me explicó lo que representaba:

En el espigón de la playa de Ribes Roges, en Vilanova i la Geltrú, hay una escultura que representa a Pasífae, del escultor Oscar Estruga.

Poseidón, dios del mar, envió un toro blanco al rey Minos de Creta para que lo sacrificara en su honor. El rey M
inos no lo hizo, provocando la ira de Poseidón. El dios se vengó haciendo que la mujer del rey, Pasífae, se enamorara locamente de aquel toro blanco. Bajo las órdenes de la reina, Dédalo - ingeniero de la época - construyó una vaca de madera, donde se escondió Pasífae. De este modo, Pasífae pudo consumar su amor con el toro blanco. De su unión nació el minotauro.



Gracias, Pilar, otra vez y a la distancia.

viernes, 6 de mayo de 2016

Fantasma(s) 2



Hace 731 días tomé esta fotografía en el Museo Reina Sofía en Madrid. Cuando nos vi reflejados en el vidrio, me pareció que saldría una foto buenísima. Sin embargo, el resultado no fue el esperado.

Ayer me topé con la imagen y me sorprendió la claridad con que aparecen hoy esos dos fantasmas, alguna vez reflejos nuestros. Transparentes. Casi inexistentes. Apenas presentes, con la contundencia del olvido.

No sé si se habla con los fantasmas, si sea una buena idea. Una vez que lo intenté, me sorprendió una respuesta, ya inoportuna por completo.

Hoy no busco respuestas. Hoy solo reconozco ese lugar desde donde me sigo despidiendo. O, quizá, aprendo a vivir con los fantasmas.

jueves, 5 de mayo de 2016

*5*4*


Hace 54 años, un día como hoy, se casaron mis papás. Un aniversario más. Según la RAE, "el día que se cumplen años de algún suceso" (Del lat. anniversarius, 'que se repite cada año'.) Y para mí estos hitos en el tiempo le dan un sentido —aun relativo y transitorio— de continuidad a mis días, por un lado, y de pertenencia a una historia, a la mía y a la de mi hijo, por otro. Hoy celebro a Marta y a Román recordándolos, pensándolos y compartiendo la fecha con su nieto mayor, Santiago, en cuya mano aparecen ellos aquí:


El reverso de la foto solo indica, con mi letra, que se tomó en Querétaro en 1984. Probablemente la tomé yo, aunque no me acuerdo. Entonces mis papás tenían 50 años, más o menos recién cumplidos, y 22 de casados. Yo tenía 21. Debe haber sido en el viaje que solíamos hacer para las navidades. Hoy yo tengo tres años más que su edad de entonces y mi hijo está por cumplir uno menos que la mía. Me resultan fascinantes el paso del tiempo y el juego de las edades. Los cambios. Y también los aniversarios que no llegaron a serlo.

miércoles, 4 de mayo de 2016

Invitado: Dilgo Khyentse Rinpoché


Abandonar todo egocentrismo
Hay un dicho: "Las acciones beneficiosas que se llevan a cabo con finalidades egoístas son exactamente como la comida envenenada". La comida envenenada puede verse deliciosa e incluso saber bien, pero rápidamente desemboca en una muerte segura.
Pensar en un enemigo como alguien a quien odiar, pensar en un amigo como alguien a quien amar, sentir celos de la felicidad y la buena fortuna de los demás: todo esto está enraizado en el aferramiento al ego. Y las acciones beneficiosas, infiltradas por el aferramiento al "yo" concebido como algo real y sólido, se convierten en veneno. Debemos de intentar abandonar todo egocentrismo.



Original en inglés y fuente, aquí.
Traducción al español, mía.

martes, 3 de mayo de 2016

Haiku 16


tres golondrinas

sobre un cielo rosado

tarde de mayo
o tenis en los alambres
sobre un cielo dorado y violeta











lunes, 2 de mayo de 2016

t.a.z.a.(s)./.r.e.c.u.e.r.d.o.(s)./.r.e.f.l.e.j.o.(s)


Hace casi dos años, en Lisboa, me regalaron esta taza con la firma de unos de mis escritores favoritos, José Saramago. La RAE dice que una "taza" es una 1. f. Vasija pequeña, por lo común de losa o de metal y con asa, empleada generalmente para tomar líquidos.

También dice que el vocablo viene del ár. hisp.  ṭássa, este del ár. ṭassah o ár. clás. ṭast, y este del persa tašt 'cuenco'. En fin, dice tanto y dice tan poco, al mismo tiempo.

Esta taza pasó a ser mi favorita en cuanto llegué a casa después de aquel viaje. Casi a diario me tomo en ella, por lo menos dos tés, si no es que más. Y cuentan, creo que Pilar del Río, la viuda de Saramago, que beber en una taza como esta, con la firma del escritor portugués, es como besarlo. Para mí, durante unos meses, fue como besar a alguien más. Pero pronto volví a imaginar que beso a Saramago.

El año pasado, una amiga mía estuvo de visita. No podía atenderla todo el tiempo, así que le pedí que se sintiera como en su casa. Cuál no sería mi sorpresa cuando vi que se había preparado un té en mi taza de Saramago. No le dije nada, pero traté de esconder la taza para que al día siguiente eligiera otra. Inútil afán. La volvió a encontrar y se volvió a preparar ahí el té. Qué oportunidad para ver mi mente: ¿por qué mi taza?, ¿y si se le rompe?, ¿por qué no usó cualquiera de las otras tazas? quiero mi taza. La última tarde de su estancia le confesé lo que la famosa taza representaba para mí. Me dijo que ella la había escogido porque le gustaba el color y el tamaño le parecía ideal y tras mi relato estuvo a punto de levantarse y devolvérmela. Le pedí que no lo hiciera y que la siguiera disfrutando y dándome la oportunidad de trabajar con mi apego.

Hace un par de días, en un incidente poco agradable con mi hijo, estuve a punto de dejarla caer al piso, pero no cayó, por fortuna, quizá. Antes había intentado también sacarle fotos y ninguna me había convencido, hasta que se me ocurrió incluirla como un reflejo entre los reflejos de mi casa.

Cada vez que la lavo (trato de ser yo quien la lave y no alguien más), contemplo la posibilidad de que se rompa. No se ha roto, pero puede pasarle, como a cualquier otro fenómeno compuesto, incluidas las relaciones y las fantasías. Escribiendo sobre mi taza roja de Saramago, recordé también otra taza: aquella era blanca con el borde azul y con mi nombre escrito con letra manuscrita en el mismo azul.  De aquella no conservo ni foto. Era parte de un juego que me regalaron de bebé, que incluía, además de la taza, un plato hondo (en cuyo fondo se leían las palabras "All gone") y un plato extendido, también con mi nombre. Hoy solo sobrevive este último (y adorna, cuando no lo descuelgo para lavarlo o fotografiarlo, una pared de mi cocina):


Con aquella taza protagonicé una de las escenas más fuertes de mi apego a mí misma, a mi nombre, a lo que yo creía que era el amor, sólido e inmutable. Cuando me casé, se la regalé a Adrián, mi marido, quien tomaba incontables tazas de café mientras pintaba. Según yo, fue un acto de amor, igual que lo era que él bebiera ahí todos los días, como si me besara, supongo. Una mañana o tarde, no recuerdo, la tiró al piso sin querer y se hizo añicos. Yo me puse fatal, pensando que aquello era una traición al amor. No fue sino hasta años después cuando comprendí que las tazas y las cosas en general, incluyendo las relaciones y las promesas, y yo misma y los demás, somos impermanentes. Disfrutarlos, disfrutarnos, mientras duren y duremos, no tiene nada de malo. Pero soltarlos, soltarnos, cuando se terminan o se rompen provoca menos sufrimiento.

Hoy se supone que lo sé. Espero poder practicarlo cuando me toque ver a mi taza de Saramago o a mi plato de león hacerse añicos o a mí disolverme también, como las relaciones, las promesas, la fantasías, y la vida misma.