domingo, 5 de febrero de 2017

s:i:l:e:n:c:i:o:


Cuando estoy en transición, o cuando la transición es tan evidente que me doy cuenta que estoy en ese hueco entre lo que dejó de ser y lo que apenas va a ser, no me dan ganas de hablar. Me dan ganas de quedarme callada. En silencio. Y qué contradictoria resulta, entonces, mi necesidad de ponerle palabras a lo que me pasa... Así son las cosas. A veces.

Y estos días ando en transición. Pero el silencio que necesito no es hacia dentro (el diálogo conmigo misma me ayuda a entenderme o, si no, me acompaña sin tener que dar explicaciones). El silencio que necesito es de afuera. O sea, no me dan ganas de entablar conversación con nadie, ni aun con las amigas que se preocupan por mí y están al pendiente. Lo sé. Lo siento. Y lo lamento. Así son las cosas. A veces.

Mi hijo está por irse de casa por segunda vez. Y sí, sé que es lo mejor, para él y para mí y para nuestra relación. Sé que sobreviviré e incluso lo disfrutaré. (Ya lo hice antes.) Pero igual duele. Un poco. Se reavivan esas historias viejas de abandonos. Mías y solo mías. Y ya duelen menos, pero todavía un pelín. Así son las cosas. A veces.

Y en la escuela donde trabajo, me redujeron las horas de clase a la mitad (con un buen plan de liquidación y demás), pero igual asusta. Perder algo con lo que contaba. Y sí, también me da la oportunidad de pensar en hacer realidad sueños de siempre. Y en esas estoy. Atreviéndome a vivir la libertad.  Así son las cosas. A veces.

Y entonces me encontré en el Facebook con este poema. Y me encantó. Y lo transcribo.

Las tres palabras más extrañas
(de Wislawa Szymborska, en versión de Abel. A. Murcia Soriano)

Cuando pronuncio la palabra futuro,
la primera sílaba pertenece ya al pasado.
Cuando pronuncio la palabra silencio,
lo destruyo.
Cuando pronuncio la palabra nada,
creo algo que no cabe en ninguna no existencia.


Y en el cielo una luna nueva. Llena de esperanza. En un espacio de oscuridad, iluminado por ella misma.















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