lunes, 5 de junio de 2017

Historia de un grillo


Ayer fui al súper. Santiago me acompañó. Por suerte. Mientras escogíamos fruta —un pelín tristes por la desaparición de las manzanas de Chihuahua (ahora todas las que se ofrecen vienen de nuestro vecino del norte)—, me topé con unas uvas negras. No suelo comprar uvas muy seguido, pero recordé que hace varios años descubrí esta variedad (durante la visita de un amigo-novio que después dejó de ejercer ambos papeles) y me fascinaron.

Así pues, me dispuse a tomar un paquete (sí, vienen "empacadas en caja plástica") y al momento de escogerlo, me di cuenta de que en la orilla había un insecto con cara de grillo. Noté que el bicho estaba helado (la caja de uvas estaba expuesta en un estante refrigerado de la sección de frutas y verduras) y apenas podía moverse. También parecía haberse descolorido, quizá por la estancia fría o la falta de sol. Vaya uno a saber cuánto tiempo llevaba allí.

Tomé la caja mientras pensaba qué hacer para rescatarlo. Mi primer impulso fue dirigirme hacia la puerta del súper, caja en mano, decirle al guardia que no me estaba robando las uvas, sino que intentaba salvar un insecto, y entonces llevar al grillo a un sitio seguro. Visualicé cómo podría parecer algo desquiciada haciendo esto y cómo probablemente el bicho no lograría sobrevivir.

Entonces me acerqué a Santiago. Le mostré el grillo y le pedí si lo llevaba afuera. (Desde hace años somos cómplices en circunstancias parecidas.) Le acerqué la caja para que lo tomara con las manos y el bicho brincó. No mucho. Santiago intentó volverlo a agarrar y volvió a brincar. Otro salto mínimo. Finalmente lo cubrió con ambas manos y así lo tomó para llevárselo. Tardó un buen en volver. Me lo llevé bastante lejos, me explicó al regreso.

Y yo me preguntaba desde dónde vendría el insecto. ¿Desde Hermosillo, Sonora, junto con las uvas (estas sí son mexicanas)? ¿O se habrá trepado en algún punto intermedio del camino? Lo que es indudable es que tuvo suerte de no morir aplastado en todo el ajetreo ni congelado en el súper, ni envenenado con los sulfitos con que, como fungicida, se trataron las frutas, según reza en el empaque.


Así los encuentros en la vida. Fortuitos. Efímeros.
Y a otra cosa, mariposa.

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