sábado, 27 de enero de 2018

El día que fui un diente

o crónica de la segunda función de Los Cuánticos


La cita para nuestra segunda función de teatro de participación fue en una escuela primaria federal de Cuernavaca, con el grupo de "niños difíciles" (3o o 4o de primaria) justo a medio día. Pero, oh sorpresa, lo que parecía un aula para juntas o para clase de computación se convirtió en un espacio donde deambularon los gatos, volaron los murciélagos y las ardillas se escondieron debajo de las camas. Un espacio donde el viento azotaba puertas y ventanas y alguien apagaba la luz.

Los niños pidieron que les contáramos historias de terror, —así nos presentamos— y luego ellos nos empezaron a contar las suyas. Adrián. Emiliana. Jazmín. Edwin. Elena. Y todos sus amigos y compañeros alzaban la mano para compartir algo de su vida. Para decirnos cómo se habían sentido.


Felices.  Asustados. Enojados. Aliviados. Alegres. Eh.


Y se reían. Y se movían. Y se concentraban. Y de pronto se distraían y hablaban con el de al lado. Y volvían. Y se les ocurrían unos títulos geniales para sus relatos. "Amistad infinita". "Solo un gato". "Historia de un diente caído".


Y sí, además, de la oscuridad y el susto, hubo también una historia de amigas que se peleaban y se reconciliaban y se peleaban y se reconciliaban y, así, profundizaban en su amistad. Una amistad que duraría hasta el infinito (y más allá...).


O la historia de la solidaridad de los amigos: Cómo, cuando en un recreo el protagonista chocó contra otro niño, su diente salió volando. Cómo sus cuates lo ayudaron a levantarse, a levantar el diente, y a lavarlo. Cómo su mamá lo llevó al dentista para verificar que no hubiera más daño. Y cómo, al final, guardó el diente en una caja.


Yo tuve el privilegio de ser el diente. Pocas cosas tan divertidas he podido ser en mi vida. Un diente que baila y vuela y cae patas arribas. Un diente al que recogen y bañan. Y un diente muy querido que se queda a dormir en un lugar especial.


Así es el teatro de participación. Un regalo. Para el público (eso esperamos). Y un regalo para nosotros. La posibilidad de contactar con las emociones de los otros, mostrárselas y, en el camino, contactar con las propias e irlas sanando también.




Los Cuánticos (casi todos) y su público
(y supongo que la foto la tomó una amiga, Cuántica también)




















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